Hace un año que no escribo nada
en este espacio. Un año! Suena muchísimo y en realidad lo es, pero es que cada
día de este año ha sido tan intenso, que me ha dejado pocos momentos libres
para sentarme y escribir con calma (sumado por supuesto a mi falta de
organización y disciplina que hacen que viva postergando todo).
La última vez que escribí, mi hijo mayor tenía solo 3 meses, digo mi hijo mayor porque tengo desde hace 37 semanas una nueva bebe creciendo dentro de mí. Sí, 37 semanas… eso quiere decir que volveré a ser madre en cualquier momento!! Esta vez de una niña.
Este segundo embarazo llegó más sorpresivamente que el primero, tuve que tomarme varias semanas para procesar mi nuevo estado, tenía un bebe de solo 7 meses y ya empezaba a gestar a un segundo bebe. Un enorme sentimiento de culpa me embargó, sentía que no tenía derecho a quitarle el lugar de “hijo único” a mi hijo mayor, que todavía era muy pronto, que ni siquiera tenía capacidad de comprender lo que estaba pasando (aunque fue el primero en darse cuenta que algo estaba cambiando). Me sentía mal porque me moría de sueño y cansancio y no disfrutaba tanto nuestro tiempo juntos. Tenía miedo y angustia por esta nueva persona que iba a entrar en nuestra relación de a dos, dejaríamos de ser dos para pasar a ser tres. No estaba preparada para eso, no quería dejar esta relación exclusiva, intima, secreta, que tenía con mi hijo mayor. No quería por nada dejar de darle de lactar (la reducción de leche fue el primer indicio que tuve de que podía estar embarazada), no quería dejar de cargarlo (en realidad no he dejado de hacerlo, aunque ya pesa más de 11 kilos y mis dolores de espalda son cada vez más frecuentes), no quería que deje de ser el centro de mi vida y no imaginé jamás que podía sentir todas estas cosas ante la noticia de que estaba embarazada nuevamente.
Pasamos muchas semanas sin decírselo a nadie, ese estado de “secreto” hacía que mi culpa se acrecentara, como si hubiera hecho algo malo o tuviera que esconderlo. El tiempo y un poco de terapia me ayudaron a entender lo que estaba sintiendo y a mirar este nuevo estado con alegría y entusiasmo y sobre todo, como una oportunidad de crecimiento para toda la familia.
La última vez que escribí, mi hijo mayor tenía solo 3 meses, digo mi hijo mayor porque tengo desde hace 37 semanas una nueva bebe creciendo dentro de mí. Sí, 37 semanas… eso quiere decir que volveré a ser madre en cualquier momento!! Esta vez de una niña.
Este segundo embarazo llegó más sorpresivamente que el primero, tuve que tomarme varias semanas para procesar mi nuevo estado, tenía un bebe de solo 7 meses y ya empezaba a gestar a un segundo bebe. Un enorme sentimiento de culpa me embargó, sentía que no tenía derecho a quitarle el lugar de “hijo único” a mi hijo mayor, que todavía era muy pronto, que ni siquiera tenía capacidad de comprender lo que estaba pasando (aunque fue el primero en darse cuenta que algo estaba cambiando). Me sentía mal porque me moría de sueño y cansancio y no disfrutaba tanto nuestro tiempo juntos. Tenía miedo y angustia por esta nueva persona que iba a entrar en nuestra relación de a dos, dejaríamos de ser dos para pasar a ser tres. No estaba preparada para eso, no quería dejar esta relación exclusiva, intima, secreta, que tenía con mi hijo mayor. No quería por nada dejar de darle de lactar (la reducción de leche fue el primer indicio que tuve de que podía estar embarazada), no quería dejar de cargarlo (en realidad no he dejado de hacerlo, aunque ya pesa más de 11 kilos y mis dolores de espalda son cada vez más frecuentes), no quería que deje de ser el centro de mi vida y no imaginé jamás que podía sentir todas estas cosas ante la noticia de que estaba embarazada nuevamente.
Pasamos muchas semanas sin decírselo a nadie, ese estado de “secreto” hacía que mi culpa se acrecentara, como si hubiera hecho algo malo o tuviera que esconderlo. El tiempo y un poco de terapia me ayudaron a entender lo que estaba sintiendo y a mirar este nuevo estado con alegría y entusiasmo y sobre todo, como una oportunidad de crecimiento para toda la familia.
Con el paso de los meses he entendido que parte de mi resistencia se debía a lo mucho que me cuesta asumir los cambios y este definitivamente es un gran cambio, que además se había suscitado rápidamente. Estaba acostumbrándome al nacimiento de mi nueva familia, habíamos pasado de ser una pareja para convertirnos en una familia, tres miembros, cada quien con sus propias necesidades, angustias y temores. Cada uno de nosotros reconociéndonos, mirándonos, escuchándonos, viviendo todo por primera vez. Y de pronto, como suceden las cosas importantes, nos vimos sorprendidos por el regalo de una nueva vida. Lo que nos tocaba ahora, era aprender a ser cuatro, una nueva familia de cuatro, en donde cada uno de nosotros tiene que aprender a desenvolverse en su nuevo rol.
A mi toca aprender a ser madre de dos niños pequeños, a multiplicar mi amor, mi atención, mi paciencia, mi cuerpo, a multiplicar todo mi ser. ¿Cómo se hace eso? Pues no lo sé, solo sé que se hace, que requiere mucho esfuerzo (físico y mental), que paso horas enteras pensando en qué decisión tomar sobre esto o aquello, que tengo mucho miedo de cometer algún error, que pienso en qué será lo mejor para mi hijo mayor, en como “protegerlo” del cambio que significará la llegada de su hermanita, si es momento de llevarlo al nido o mejor no, si es momento de pasarlo de su cuna a una cama o mejor no, que cambios debo o puedo hacer y cuáles no.
Toda esta situación me ha llevado a repensar mi vida desde lo más íntimo, ¿estoy haciendo lo correcto?, ¿estoy viviendo lo que quiero vivir?, ¿de la forma en que quiero vivirlo?, ¿trabajar a tiempo “completo” es lo que tengo que hacer en este momento de mi vida?, ¿dedicarme a mi casa?, ¿a mis hijos?, ¿y mi vida profesional?, ¿mi vida social, ¿mi vida personal?, ¿mi vida de pareja?. Quién soy y quién quiero ser, quién quiero ser por mí, por mis hijos, por mi pareja, por mi familia. Dicen que la maternidad es un cambio en la vida de una mujer y en mi caso se está cumpliendo al pie de la letra. No he vuelto a ser la misma persona de antes desde que la vida me dio el regalo y la oportunidad de ser madre, es más, no sabría cómo volver a ser la misma. No sé si eso es bueno o malo, si le pasa a todo el mundo o yo soy un bicho raro, solo sé, que en este camino de repensar la esencia de mi vida, no hay vuelta atrás.
Esta historia continuará… por lo pronto, ya he empezado a concentrar mi atención en mi próximo parto y en que pueda ser lo más natural y respetado posible. Me doy fuerzas y me aliento a mí misma, porque sigo creyendo firmemente en que el parto es nuestro. Así es que, ahí voy… un año (y 3 meses después) y nuevamente de parto.
2 comentarios:
LA buenas noticias siempre nos dejan asombrados de muchas dudas, por que la vida es eso un acontesimiento lleno de pequeños milagros, pero al fin entendemos que nacer es tan sencillo como el morir. Pero no te olvides que cada criatura que nace es un mensaje de Dios diciendonos que todavia tiene esperanzas en el hombre.
El ser madre es un instinto natural de la mujer, cuando uno es madre uno ama a los demas, pero ser mujer es una lucha de todo los dias por que te amas a ti mismo, un dia tus hijos ya no estaran contigo, pero tu siempre te tendras a ti mismo necesitas enteder que por ser madre no debes renunciar a ser mujer.
"No se nace sino que se deviene mujer."
Simone de Beauvo
Publicar un comentario