El tiempo vuela y casi sin darme
cuenta ya ha pasado un mes! 30 días y 30 noches, porque con un recién nacido,
los días y las noches se viven con la misma intensidad.
En todo este tiempo he querido
escribir sobre mi parto (porque sí, ya lo saben, me obsesiona el tema!) pero
luego de los primeros días, otros temas han ido ocupando mi mente. Así es que
dejaré para más adelante el relato sobre mi segundo parto. Por ahora, me dedico
a tiempo completo a aprender a ser madre de dos niños pequeños, digamos que
casi casi, de dos bebés.
Mis días empiezan con el llanto
del primer bebé, que generalmente es el del mayor, en ese momento su papá va a
su encuentro y comienza la repartición de críos, los hombres por un lado y las
mujeres por otro. Yo me quedo con la bebita, entre pañales, teta y si hay
suerte durmiendo un poquito. Nos levantamos y seguimos más o menos con lo
mismo, teta, desayuno, leche, fruta, teta otra vez, hasta que llega la hora del
baño y las primeras coordinaciones para que el baño de uno no se junte con el
del otro, para que el llanto de uno no despierte al otro y sobre todo, para estar
disponible y darles suficiente atención a los dos y que los celos no nos
traicionen en el intento.
Más allá de los detalles prácticos
del día a día, esta segunda maternidad vino cargada de culpa (¿por qué cargaremos
con tanta culpa las mujeres? – estoy convencida que es una cuestión de género y
de verdad que me agota, porque es literalmente un peso sobre los hombros). Culpa
de no poder estar físicamente para los dos, de no poder atender a los dos por
igual, o en el momento que cada uno de ellos me necesita. Culpa de escuchar un
llanto y no poder ir corriendo porque estoy cambiando un pañal, culpa de tener
en brazos a uno y no poder alzar al otro inmediatamente cuando me lo pide,
culpa de morirme de sueño y no poder disfrutarlos como quisiera. Podría seguir
citando numerosos momentos, todos ellos cargados de culpa. ¡Que vaina!
Sé que esto es un aprendizaje
conjunto, mis hijos están aprendiendo a ser hermanos y por lo tanto a
compartir, empezando por compartir a la mamá y yo estoy aprendiendo a ser mamá
de dos niños pequeños, repito, casi casi de dos bebés. Intento conseguir un
equilibrio entre sus demandas y mi oferta, estar alerta a sus necesidades,
organizarme y organizarlos. Aunque ya ha pasado un mes, claramente seguimos en
etapa de adaptación.
Y es que por alguna razón, esta
segunda maternidad me está costando muchísimo más. Si bien, puedo bañar a mi
bebé casi con una sola mano, darle de lactar mientras camino de la mano con mi
otro hijo o cargarlos a los dos a la vez, emocionalmente (y físicamente) me
siento agotada. Tener que estar disponible a dos llantos, me estresa; sobre
todo cuando es el llanto de la bebé, porque si se trata de hambre, nadie más
que yo puede calmarla. No importa si tengo hambre, sueño, cansancio, ganas de
ir al baño o lo que sea, si ella quiere teta, digamos que ya fui. Hasta donde
me permiten mis recuerdos, no era así con mi primer hijo, darle de lactar me encantaba
y sentía un enorme orgullo de hacerlo, ahora, sí me sigue gustando y me
enorgullece también y sé que es lo mejor para mí y para ella, pero me cansa y
sobre todo en estos primeros días, casi que me siento una teta pegada a una
bebé.
Sé que todo es cuestión de tiempo
y que con el pasar de los días y las semanas, estaremos más acostumbrados a
esta nueva vida de cuatro. Desde lo práctico que es salir con dos maletines,
pañales, mudas de ropa, sillas de carro y coches; hasta cosas más de fondo,
como sentirme “adaptada” siendo mamá de dos niños, hasta ahora, cada que lo
digo o lo escribo, no lo creo.
Cada niño que nace trae consigo
el renacimiento de todos los que lo rodean y eso está haciendo mi bebé con
nosotros. Cuesta empezar de nuevo, cambiar de rutina, de actividades, de
preocupaciones, de intereses… es más o menos como dice Ismael Serrano, en una
canción que en estos días escucho mucho “de repente llega alguien que lo
desordena todo y nos enseña que lo mejor está por venir”. Mi hijita ha venido
para cambiarnos la vida y enseñarnos que lo mejor está por venir.
"Canción para esperar a un recién nacido" - Ismael Serrano