Siempre he pensado que tomar decisiones es de las cosas más difíciles de la vida y no me refiero a grandes decisiones necesariamente, solo decisiones. Me incomoda por ejemplo, cada vez que voy a un restaurante, mirar la carta y tener que escoger qué quiero comer, muchas veces termino preguntándole a los demás que comerán, copiarse termina siendo una buena alternativa. Me molesta escoger la ropa que me pondré, pensar en si debo dar una opinión, hacer una llamada, escribir un mail o pasarle la voz a alguien que conozco pero que aún no me ha visto. En todo momento estamos tomando decisiones y algunas veces, como ahora, hasta las más sencillas me cuestan mucho. En estos días, la decisión más difícil de tomar es levantarme de la cama. Siempre he tenido problemas para despertarme, pero nunca como hasta ahora. He descubierto que hay momentos en los que ponerse de pie cuesta mucho más.
Desde que estoy acá, tomar decisiones se ha vuelto un proceso mucho más complejo, y es que cuando no tienes que rendirle cuentas a nadie y empiezas a vivir tu propia vida, a pesar de que pueda sonar muy chévere (y lo es), todo se vuelve más complicado. Cuando te das cuenta de que ya no debes seguir tomando porque no hay quien te cuide o te acompañe a casa, de que debes levantarte temprano porque toca lavar o limpiar, o que ya no puedes gastar más dinero en otras cosas porque la refri está vacía desde hace varios días, cuando te das cuenta de que hasta en estas pequeñas cosas, las decisiones dependen de ti, creo que en ese momento nos hacemos más responsables, aprendemos a cuidarnos más, a tener más conciencia de que cuando me vuelva a dar gastritis por no comer, estaré solo yo para cuidarme (y para pagar lo que haya que pagar).
Sin embargo, estas decisiones terminan siendo sencillas, nos acostumbramos a ellas, las asumimos, las tomamos, las cambiamos; pero hay otras que implican mucho más, que nos llevan a cuestionarnos la vida entera, que si optamos por algo, estaremos cambiando nuestra vida de forma radical. Siempre he pensado que lo más difícil de tomar decisiones es tener que ser honestos con nosotros mismos, dejar de pensar en el resto, en los amigos, en la familia, en el qué dirán, en la felicidad de los demás. Siempre he creído que en la vida lo que hay que hacer es luchar por nuestra propia felicidad, darle alegría a nuestro corazón como diría Fito Paéz, pero nunca imaginé que fuera tan difícil. Nunca.
En estos días me siento más mía que nunca, solo mía. Pase lo que pase y haga lo que haga, me tendré a mi misma, para celebrar cuando tome buenas decisiones y para llorar cuando me equivoque. Como me dijo una amiga muy querida, "esta es tu vida Kari, tuya... tú vas a tener que vivir con los errores y las renuncias... solo tú". Así es que en esas andamos...
Por mientras... Serrat tiene una canción que me está acompañando mucho por ahora y aunque él hable de ser sinceramente tuyo, yo por ahora me siento sinceramente mía.
Desde que estoy acá, tomar decisiones se ha vuelto un proceso mucho más complejo, y es que cuando no tienes que rendirle cuentas a nadie y empiezas a vivir tu propia vida, a pesar de que pueda sonar muy chévere (y lo es), todo se vuelve más complicado. Cuando te das cuenta de que ya no debes seguir tomando porque no hay quien te cuide o te acompañe a casa, de que debes levantarte temprano porque toca lavar o limpiar, o que ya no puedes gastar más dinero en otras cosas porque la refri está vacía desde hace varios días, cuando te das cuenta de que hasta en estas pequeñas cosas, las decisiones dependen de ti, creo que en ese momento nos hacemos más responsables, aprendemos a cuidarnos más, a tener más conciencia de que cuando me vuelva a dar gastritis por no comer, estaré solo yo para cuidarme (y para pagar lo que haya que pagar).
Sin embargo, estas decisiones terminan siendo sencillas, nos acostumbramos a ellas, las asumimos, las tomamos, las cambiamos; pero hay otras que implican mucho más, que nos llevan a cuestionarnos la vida entera, que si optamos por algo, estaremos cambiando nuestra vida de forma radical. Siempre he pensado que lo más difícil de tomar decisiones es tener que ser honestos con nosotros mismos, dejar de pensar en el resto, en los amigos, en la familia, en el qué dirán, en la felicidad de los demás. Siempre he creído que en la vida lo que hay que hacer es luchar por nuestra propia felicidad, darle alegría a nuestro corazón como diría Fito Paéz, pero nunca imaginé que fuera tan difícil. Nunca.
En estos días me siento más mía que nunca, solo mía. Pase lo que pase y haga lo que haga, me tendré a mi misma, para celebrar cuando tome buenas decisiones y para llorar cuando me equivoque. Como me dijo una amiga muy querida, "esta es tu vida Kari, tuya... tú vas a tener que vivir con los errores y las renuncias... solo tú". Así es que en esas andamos...
Por mientras... Serrat tiene una canción que me está acompañando mucho por ahora y aunque él hable de ser sinceramente tuyo, yo por ahora me siento sinceramente mía.
Cuéntale a tu corazón,
que existe siempre una razón
escondida en cada gesto.
Del derecho y del revés,
uno sólo es lo que es,
y anda siempre con lo puesto.
Nunca es triste la verdad,
lo que no tiene es remedio.