Ha tenido que pasar casi más de un mes para que pueda volver a sentarme a escribir. Ya me siento (casi) totalmente instalada, ya di esos largos y grandes abrazos a la gente que tanto he extrañado, ya me senté con mis amigos del alma a hablar de mí, de ellos y de todo este tiempo separados. Ya visité a las que se casaron, a las que tuvieron hijos, a las que se cambiaron de enamorados, novios, esposos, a las que hicieron todo eso sin que yo estuviera.
Ya he tenido varios desayunos, almuerzos, cenas y sobremesas con mi familia, espacios que tanto disfruto y que ya había perdido la costumbre de tener. Ya he abrazado eternamente a mis abuelitos y he sentido lo mucho que los quiero y lo importante que es sus vidas en mi vida. Ya he regresado al trabajo, he visto caras nuevas y antiguas, he vuelto a las 8 hrs - 5 días a la semana, he vuelto al mundo de la prisa, de los horarios, de las llamadas, reuniones, el mundo de “lo quiero para ayer”.
Mi regreso ha tenido de todo, novedad, diversión, extrañeza, aburrimiento, cansancio, preocupación y hasta tristeza. Ha tenido de todo. Ahora estoy nuevamente en esta ciudad que a veces me espanta, sumergida en el tráfico y las bocinas, que no sé si sea mi impresión, pero siento que cada día tocan más y más fuerte. El cielo gris y la garúa limeña me acompañan día a día. Escucho RPP por las mañanas y veo programas periodísticos antes de dormir, pero sigo sin entender la mayoría de cosas que pasan en el país.
Atrás quedaron los días que empezaban alrededor de las 11 de la mañana. Difícilmente salgo entre semana y mis ojos ya no se mantienen despiertos hasta la madrugada. Como religiosamente tres veces al día y los quehaceres de la casa ya no son parte de mis preocupaciones. Algo que se llama rutina se está convirtiendo en mi mejor amiga y a decir verdad, esta nueva amiga no me cae bien.
He vuelto a casa, a la vida de familia, al trabajo de oficina, a subirme a un taxi con desconfianza, a renegar con las combis, a sentirme una reina cada vez que entro a Wong o a cualquier otro establecimiento. He vuelto a juntarme con quienes me conocen de toda la vida y me hacen recordar lo que soy y lo que era, pero no lo que quiero ser. Lima en estos momentos, genera en mí muchos sentimientos a la vez, pero a pesar de todo, como dice Benedetti, es el lugar en donde ha quedado mi infancia y en donde envejecen mis padres.
Extracto de un poema para hablar de la noción de patria:
Pero ahora no me quedan más excusas
porque se vuelve aquí
siempre se vuelve.
La nostalgia se escurre de los libros
se introduce debajo de la piel
y esta ciudad sin párpados
este país que nunca sueña
de pronto se convierte en el único sitio
donde el aire es mi aire
y la culpa es mi culpa
y en mi cama hay un pozo que es mi pozo
y cuando extiendo el brazo estoy seguro
de la pared que toco o del vacío
y cuando miro el cielo
veo acá mis nubes y allí mi Cruz del Sur
mi alrededor son los ojos de todos
y no me siento al margen
ahora ya sé que no me siento al margen.
Quizá mi única noción de patria
sea esta urgencia de decir Nosotros
quizá mi única noción de patria
sea este regreso al propio desconcierto.
Mario Benedetti.