Este fin de semana he estado rodeada de mis mejores amigos en Barcelona: los peruanos. Ya me decían antes de venir, que trate de no juntarme tanto con peruanos porque no tendría sentido haber viajado tan lejos para seguir parando con las mismas personas. Como siempre, desobedecí. Ya conocía a uno desde Lima y él fue quien me introdujo en el mundo de los peruanos en Barcelona y se lo agradezco.
De todos los grupos de amigos que he hecho (que no son muchos), es con los peruanos con quien mejor la paso, es como una complicidad implícita, de saber que somos parte del mismo grupo, de usar las mismas jergas sin tener que explicarlas, de contarnos los chismes limeños, de reírnos de lo mismo (cosa que es sumamente importante), de sentirnos iguales en medio de una ciudad en la que somos diferentes.
De todos los grupos de amigos que he hecho (que no son muchos), es con los peruanos con quien mejor la paso, es como una complicidad implícita, de saber que somos parte del mismo grupo, de usar las mismas jergas sin tener que explicarlas, de contarnos los chismes limeños, de reírnos de lo mismo (cosa que es sumamente importante), de sentirnos iguales en medio de una ciudad en la que somos diferentes.
Ya hace algunas semanas les conté que tenía mi pasaje de vuelta, no hubo muchos comentarios, creo que todos sabemos como es la dinámica. Llega un peruano y se le presenta "al grupo", rápidamente entramos en confianza y ya somos patas, sin embargo, la amistad en Barcelona es pasajera, algunos se quedarán por un tiempo más largo y otros (como yo) regresarán cuando se acaben las clases. Pese a que todos sabemos como funciona, no quiere decir que cuando pasa no se nos mueva todo... (interiormente me refiero!)
Como comenté en una entrada anterior, aún no he asimilado lo que significará dejar Barcelona, mi casa compartida, mis propios horarios, mi vida de estudiante, mis nuevas costumbres, mi espacio. Si hay algo que ha caracterizado mi tiempo aquí, es que ha sido solo mío y por lo tanto sujeto a mis ganas, a mis antojos, a lo que me provocara hacer o no hacer.
Como comenté en una entrada anterior, aún no he asimilado lo que significará dejar Barcelona, mi casa compartida, mis propios horarios, mi vida de estudiante, mis nuevas costumbres, mi espacio. Si hay algo que ha caracterizado mi tiempo aquí, es que ha sido solo mío y por lo tanto sujeto a mis ganas, a mis antojos, a lo que me provocara hacer o no hacer.
El sábado en la casa de Luciano (el líder del grupo), sentí por primera vez, nostalgia de algo que todavía no he vivido. Sentí nostalgia del futuro, de los días en los que ya no estaré y que estoy segura me harán mucha falta. No puedo desarrollar mucho esta sensación, solo apareció y no quise dejarme invadir por ella, por ahora prefiero disfrutar el presente y cargarme de Barcelona y sus peruanos, para que cuando no esté... no los extrañe tanto!