Desde que me enteré que estaba
embarazada empecé a desarrollar un especial interés por el parto, no solo por
el mío, sino por el parto en general. Descubrí que solo tengo dos amigas que
han tenido a sus hijos a través de un parto vaginal. Entre mi falta de
información y la sorpresa de que las cesáreas eran lo más común, empecé a desarrollar
casi una obsesión por el tema.
¿Por qué no podemos parir a
nuestros hijos? Creo que una de las razones es que dejamos que esa decisión la
tome el médico porque creemos que sabe más que nosotros y nos aconsejará hacer
lo que sea mejor para la madre y el bebé. Y ciertamente en muchos casos ocurre
así y qué bueno que existen las cesáreas porque a veces son la única
alternativa para que un niño nazca. El problema es que la gran mayoría de
partos que pudieron ser naturales, terminan en cesáreas innecesarias.
Con el embarazo ocurre algo
curioso porque convive la omnipotencia con la fragilidad, al menos a mi me
ocurrió así. La omnipotencia de sentir que estamos gestando una nueva vida, con
todo lo que eso implica; pero a la vez, como tenemos que cuidarnos mucho más, nos
hacen sentir débiles, frágiles, casi que inútiles (tu no cargues, no corras, no
saltes, no te agaches, no hagas fuerza, etc). Nueve meses después es más fácil
creer que no podremos dar a luz, que no soportaremos el dolor, que mejor
ponernos anestesia lo antes posible. ¿Y si no dilato?, ¿y si me demoro mucho?,
¿y si le pasa algo a mi bebé?. Si hay algo que tiene el parto es incertidumbre,
no sabremos cómo será, cuándo será, cuánto durará. Y en realidad lo único que
deberíamos saber, es que cuando ocurra podremos parir a nuestros hijos, porque
todas las mujeres podemos, estamos hechas para eso.
La decisión de cómo parir debería
ser exclusivamente nuestra, porque es nuestro cuerpo y nadie lo conoce mejor
que nosotras. Hay muchos mitos alrededor de eso y nos dicen que es necesario el
suero, la anestesia epidural, la oxitocina y ni qué decir de la episiotomía!,
cuando en realidad lo único que necesitamos es la confianza en nosotras mismas,
que podremos parir y que las decisiones durante ese proceso deberían ser
nuestras. Los demás solo nos acompañan.
Yo estuve casi nueve meses
pensando y preparándome para el parto. Fui descubriendo qué quería y que no quería
y lo fui conversando con mi pareja, con mis papás y por supuesto con mi médico.
Como se trataba de mi primer parto y absolutamente todo era incierto, decidí
que sería mejor hacerlo en una clínica y luego de muchas idas y venidas entendí
que eso implicaría tener que aceptar algunas normas y procedimientos. En ese
momento empezó el proceso de negociación y sobre todo de tratar de entender por
qué hacen algunas cosas. ¿Por qué ponen enema?, ¿y suero?, ¿y si no quiero que
me rompan la fuente? , ¿y si no quiero epidural?, ¿y si deseo tener un parto
vertical?, ¿en qué momento cortan el cordón?, ¿puede cortarlo el papá?, ¿pueden
cortarlo luego que haya dejado de latir?, ¿se puede prescindir de una
episiotomía?, ¿y si no quiero que me corten?, ¿no es mejor un desgarro?, ¿pueden
poner a mi bebe en mi pecho apenas nazca?. Debo agradecer a mi médico toda la paciencia
para responder mis preguntas, explicarme el sentido de algunos procedimientos y
sobre todo, la enorme sinceridad de reconocer que muchas veces sus colegas
hacen cosas totalmente innecesarias y que en algunos casos, llevan a la mujer a
pasar por una cesárea. Saber elegir el médico que nos acompañará durante el
parto es de las decisiones más importantes que debemos tomar. Si no nos
sentimos con absoluta confianza hay que cambiarlo, porque el parto es nuestro,
no hay que olvidarnos de eso.
Dos meses después de haber dado a
luz, puedo decir que mi parto se pareció mucho a lo que había imaginado. Ayer
me preguntaron, ¿qué le diría a otras mujeres que van a dar luz para que puedan
tener un parto que cumpla sus expectativas? Lo primero que pensé fue que tengan
confianza en que podrán hacerlo. Confianza y seguridad para
mostrarse firmes ante las enfermeras y obstetrices cuando quieran mantenernos
echadas, ponernos suero, meternos la mano para verificar nuestra dilatación, no
dejarnos caminar, etc, etc, etc. Sé que es difícil porque al estar en un
clínica hay que aceptar normas y procedimientos (cuanta rabia me produce tener
que aceptar cosas con las que no estoy de acuerdo y que además me parecen
absurdas!), pero es así. ¿Qué podemos hacer ante eso? Llegar a la clínica lo
más tarde posible, cuando nuestro trabajo de parto ya esté avanzado. No hay
nada mejor para una mujer en proceso de dilatación que sentirse en confianza,
tranquila, cómoda, acompañada. Hacer lo que queramos hacer, ponernos en posiciones
que nos alivien el dolor y que además ayuden a la dilatación, comer rico,
escuchar música, meternos en una tina caliente. Nuestro cuerpo empezó su
trabajo y nuestro bebe el suyo, un trabajo conjunto, nosotras parimos y ellos
nacen (no es un esfuerzo menor) y tenemos que ayudarnos mutuamente. El bebé nos
necesita y nosotras a él.
Yo llegué a la clínica con siete
de dilatación, no dejé que me pongan epidural ni suero (y me costó una “pelea” con
la obstetriz), como estaba tan avanzada no me pusieron enema. No me pude salvar
de que me rompan la fuente (ya estaba en más de nueve y no se rompía) ni de la
incómoda episiotomía (previo desgarro). Estuve en una silla vertical y pude ver
cuando salía mi bebe. Me costó muchísimo esfuerzo, creo que el mayor que he
hecho en toda mi vida, he pujado como nunca, con absolutamente todas mis
fuerzas y luego de largos minutos mi bebe descendía por el canal vaginal. Yo
había logrado sacarlo y él había logrado nacer. Lo tuve en mi pecho (me abrí la
bata para que sintiera mi piel) y rápidamente empezó a succionar. Si hay algo
de éxito en mi lactancia materna, se la debo exclusivamente a él.
Lo que continuó luego de que
naciera mi bebé no fue tan agradable, la expulsión de la placenta y los puntos
de la episiotomía y el desgarro, tomaron su tiempo y también causaron dolor, pero la verdad es
que ya son detalles menores. Lo más grande e importante había sucedido. Me sentí
fuerte, valiente, inundada de amor (y terquedad, porque la mayoría de cosas
sucedieron porque yo me mantenía en mi posición), me sentí mujer, más mujer que
nunca. La confianza en mí misma creció, había logrado parir y como consecuencia
tenía por fin a mi bebé entre mis brazos.
Este es mi relato y he querido
compartirlo por si acaso sirve de ayuda para alguna mujer que esté próxima a
dar a luz. No hay nada mejor ni peor, cada mujer vive su propio parto, su
propio proceso, a su manera, como le diga su cuerpo, su mente y su corazón. Solo
creo que si hay algo que debemos defender siempre es que el parto es nuestro,
así como lo es nuestro cuerpo y nuestro bebé. Somos mujeres y madres y podemos.
Todo lo podemos.
3 comentarios:
Que bien!!! Felicitaciones!! Me encanto leer tu experiencia y tu corage!! Admirables!! Un abrazo querida Karina, ahora, cuentame que tal la vida de mama?? Ya lei el de la lactancia, muy bueno tambien!!! Abrazos!
Que bien!!! Felicitaciones!! Me encanto leer tu experiencia y tu corage!! Admirables!! Un abrazo querida Karina, ahora, cuentame que tal la vida de mama?? Ya lei el de la lactancia, muy bueno tambien!!! Abrazos!
claro, karina, que tu testimonio sirve y sobre todo en el contexto que se vive en la mayoría de las clínicas de lima. un abrazo y gracias por compartir tu experiencia y decisión! :)
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