Esta es la historia de una mujer distraída, olvidadiza, irresponsable y rebelde. Sí, adivinaron. La que viene a continuación es mi propia historia.
Iba yo manejando con total desparpajo por las calles limeñas, con mi brevete vencido. Recontra vencido. Tan
vencido, que un buen día cuando por esas casualidades de la vida, aparecí en el
Touring averiguando lo que tenía que hacer, me dijeron “todo el trámite de
nuevo, como si sacara licencia por primera vez”. Esa noticia fue tan deprimente,
que me di media vuelta y me fui. Sí, a seguir manejando con total desparpajo.
Pasaron los meses y el bendito
brevete vencido me martillaba el cerebro “lo tengo que hacer, lo tengo que
hacer” decía. Había empezado con el examen médico y con el pago al Banco de la Nación
y con eso intentaba consolarme, diciéndome a mí misma, que ya había arrancado
el trámite y que iba por buen camino.
Hasta que, llegó el día en que me
paró la policía, con mis dos hijos en el auto. Como iba yo, repito, manejando
con total desparpajo, en serio no era conciente de la gravedad de la falta que
estaba cometiendo. Y así fue como ruegos de por medio, logré librarme de una
multa de 1,900 soles y de que se llevaran mi carro al depósito. En ese momento recién me
di cuenta, que manejar con el brevete vencido, es como no tenerlo, la falta de tránsito
más grave de todas.
Ustedes que dijeron, ¿que al día
siguiente me fui al Touring a dar mi examen teórico? Pues no. Y lo digo con
mucha vergüenza. La falta de tiempo siempre es la excusa perfecta para
postergar lo urgente, para dejar pasar, para aplazar los malos momentos. Lo que sí cambió en mí, es que ya no manejaba con total desparpajo, sino con cautela y
huyendo de las batidas. Batidas que no sé por qué, de pronto aparecieron casi
interdiario, en la avenida Reducto (avenida por la que paso entre 4 y 6 veces
al día).
Hasta que, nuevamente llegó el
día en el que saliendo de mi oficina, un viernes por la tarde (sí, en la
avenida Reducto) con mis dos hijos además, zás! la policía haciendo batida en la puerta y en el otro sentido también. Estaba frita, porque además para ir a mi casa, tengo
que dar la vuelta en U en Reducto. Osea, si no me paraban de un lado, me podían parar del otro. “No me puedo volver a exponer y menos
con mis hijos otra vez”, pensé. Así es que, dejé mi carro estacionado y nos fuimos caminando a la
casa. Lo que más me costó, fue tener que explicarle a Ramiro por qué había dejado el auto y había decidido que era mejor regresar caminando. Esta creo que fue, la gota que derramó el vaso.
Para ese momento, ya había dado
mi examen teórico y lo único que me faltaba era ir a Conchán. Estaba en la recta
final, tenía que sacar mi brevete sí o sí. Aquí recién empieza la verdadera
historia.
Día 1:
Salí muy temprano de casa, con
destino a Conchán. Llegué antes de las 8 y ya había una larga cola por la entrada
de autos. Ni que decir, de la entrada peatonal. Esperé, entré y me sentí completamente
perdida, ¿a dónde voy?, ¿cuál de todas las enormes colas hago?, ¿dónde explican
la ruta?, ¿y si quiero practicar?, ¿alquilo un carro o doy con el mío?. Empiezo
a averiguar y me doy cuenta que no había llevado suficiente dinero y que no se
podía pagar con tarjeta y tampoco había un cajero cerca. Así es que caballero, tenía que dar el examen en mi carro. Pero yo, muy segura de mi misma, solo
necesitaba que me explicaran la ruta, manejo hace más de 10 años, ¿cómo no iba
a pasar un examen práctico en un circuito enano de Conchán?
Pagué para dar un simulacro,
entro y muy canchera me alineo para estacionar en paralelo (estacionamiento
además que hago con frecuencia y que la mayor parte de las veces me sale a la
primera) y empiezo, retrocedo, entro, me acomodo, avanzo, retrocedo. Hasta que se acerca un veedor y me dice “señorita no puede acomodarse, tiene
que entrar en solo dos movimientos, salga del paralelo”. Demonios, quería
refutar y decirle “señor, así se estaciona en la vida real, acaso no sabe?”
Pero me callé. Salí, seguí, me equivoqué de ruta y salí del circuito sin
haberlo terminado. Pésima señalización, no queda claro si debes doblar a la
derecha o la izquierda, o qué camino seguir. Pero bueno, este era un simulacro,
para eso había pagado un ensayo, nada estaba perdido.
Segundo intento, luego de haber revisado
mejor las rutas para tratar de no volver a equivocarme, estaba nuevamente en la
cola para entrar al circuito. El chico del carro del costado me pregunta “¿por
qué vas a dar en un carro tan grande?”, exactamente lo mismo me preguntaba yo. “Porque
no traje plata para alquilar”, empezamos a conversar y me dijo que en youtube había visto tutoriales de los
circuitos y que ya lo tenía más claro. Este era su segundo intento y esta vez iba
seguro. Que buena idea pensé! Y me puse a ver videos en youtube mientras esperaba que avanzara la cola para entrar al
circuito nuevamente.
Esta vez me estacioné en paralelo
en los dos movimientos que me pedían y no me equivoqué en la ruta. Por lo menos
nadie se me acercó a decirme que había hecho algo mal. Salí y esperé los
resultados. Había pasado un poco más de media hora, mi mente estaba muy
concentrada en que tenía que estar de regreso en la oficina antes de la 1pm y pensando
con quién se quedarían los niños por la tarde, ya que ni Alejandro ni yo
habíamos ido a trabajar por la mañana (yo por estar en Conchán y él por
quedarse con los niños). Hasta que de pronto, escucho Miranda Tovar.
Esta historia continuará…
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