Había empezado a escribir sobre la ciudad blanca hace dos o tres semanas. El desorden de mi tiempo libre y mi limitado acceso a Internet hizo que esta entrada quedara incompleta. Sin embargo, la voy a sacar a la luz, pero convertida en una primera parte de una historia llamada el Perú avanza.
Ayer aterricé por enésima vez en la ciudad blanca. Con Arequipa me pasa una cosa curiosa, mientras más la visito, más me va gustando. No sé si es que cada vez descubro nuevos lugares, sabores y colores, o es que tengo un par de amigos queridos a los que siempre me hace ilusión verlos, o una combinación de las dos.
Esta vez, me quedé sorprendida por la enorme movida comercial que hay. Ya había oído de la inversión de 123 millones de dólares en la construcción de tres centros comerciales, pero justo he llegado en la semana en la que han inaugurado Parque Lambramani y un par de meses antes, Real Plaza. La ciudad está cargada de movimiento, con tiendas nuevas, algunas por inaugurar, cadenas de supermercados con varias cuadras de cola de gente que quiere entrar; cines, restaurantes muy buenos, hoteles variados. Arequipa es una ciudad en la que se pasa muy bien, se come muy rico, se disfruta del clima, del cielo, de los paisajes; un lugar en el que cada vez, da más gusto estar.
Me dejé invadir de este aturdimiento comercial y regresé a Lima con una sensación de esperanza. Sintiendo que estos pequeños cambios hacen que el crecimiento del país se sienta más real, aunque sea solo en las grandes ciudades, en las zonas urbanas y entre los que más tienen. Se ha empezado, lo que hay que hacer es persistir, crecer, expandir y compartir.
Con este boom de negocios, es evidente que hay más trabajo en Arequipa, pero sigue siendo insuficiente, mal remunerado y con muy pocos beneficios laborales. Hay restaurantes de lujo y comida exquisita, pero siguen estando fuera del alcance de la gran mayoría. Hay hoteles cinco estrellas, pero destinados casi exclusivamente a turistas de mucho dinero. Esto es claro, todos los sabemos y seguirá siendo así por mucho más tiempo; pero por alguna razón, me siento optimista. El país crece, tiendas, restaurantes y bancos que solo estaban en Lima, ahora también se ven en otras ciudades y eso es bueno.
Tengo fe en el futuro, en que este crecimiento económico se sostendrá y se repartirá mejor. Tiene que ser así y aunque suene a cliché, es tarea de todos preocuparnos porque así sea.
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