jueves, 26 de junio de 2008

Sinceramente mía

Siempre he pensado que tomar decisiones es de las cosas más difíciles de la vida y no me refiero a grandes decisiones necesariamente, solo decisiones. Me incomoda por ejemplo, cada vez que voy a un restaurante, mirar la carta y tener que escoger qué quiero comer, muchas veces termino preguntándole a los demás que comerán, copiarse termina siendo una buena alternativa. Me molesta escoger la ropa que me pondré, pensar en si debo dar una opinión, hacer una llamada, escribir un mail o pasarle la voz a alguien que conozco pero que aún no me ha visto. En todo momento estamos tomando decisiones y algunas veces, como ahora, hasta las más sencillas me cuestan mucho. En estos días, la decisión más difícil de tomar es levantarme de la cama. Siempre he tenido problemas para despertarme, pero nunca como hasta ahora. He descubierto que hay momentos en los que ponerse de pie cuesta mucho más.

Desde que estoy acá, tomar decisiones se ha vuelto un proceso mucho más complejo, y es que cuando no tienes que rendirle cuentas a nadie y empiezas a vivir tu propia vida, a pesar de que pueda sonar muy chévere (y lo es), todo se vuelve más complicado. Cuando te das cuenta de que ya no debes seguir tomando porque no hay quien te cuide o te acompañe a casa, de que debes levantarte temprano porque toca lavar o limpiar, o que ya no puedes gastar más dinero en otras cosas porque la refri está vacía desde hace varios días, cuando te das cuenta de que hasta en estas pequeñas cosas, las decisiones dependen de ti, creo que en ese momento nos hacemos más responsables, aprendemos a cuidarnos más, a tener más conciencia de que cuando me vuelva a dar gastritis por no comer, estaré solo yo para cuidarme (y para pagar lo que haya que pagar).

Sin embargo, estas decisiones terminan siendo sencillas, nos acostumbramos a ellas, las asumimos, las tomamos, las cambiamos; pero hay otras que implican mucho más, que nos llevan a cuestionarnos la vida entera, que si optamos por algo, estaremos cambiando nuestra vida de forma radical. Siempre he pensado que lo más difícil de tomar decisiones es tener que ser honestos con nosotros mismos, dejar de pensar en el resto, en los amigos, en la familia, en el qué dirán, en la felicidad de los demás. Siempre he creído que en la vida lo que hay que hacer es luchar por nuestra propia felicidad, darle alegría a nuestro corazón como diría Fito Paéz, pero nunca imaginé que fuera tan difícil. Nunca.

En estos días me siento más mía que nunca, solo mía. Pase lo que pase y haga lo que haga, me tendré a mi misma, para celebrar cuando tome buenas decisiones y para llorar cuando me equivoque. Como me dijo una amiga muy querida, "esta es tu vida Kari, tuya... tú vas a tener que vivir con los errores y las renuncias... solo tú". Así es que en esas andamos...

Por mientras... Serrat tiene una canción que me está acompañando mucho por ahora y aunque él hable de ser sinceramente tuyo, yo por ahora me siento sinceramente mía.

Cuéntale a tu corazón,
que existe siempre una razón
escondida en cada gesto.
Del derecho y del revés,
uno sólo es lo que es,
y anda siempre con lo puesto.
Nunca es triste la verdad,
lo que no tiene es remedio.

sábado, 21 de junio de 2008

Te he esperado tanto

Ahora sí, el verano llegó!!! Hemos tenido casi dos meses de indecisión, de sol, nubes, lluvias, calor, viento y otra vez sol, algunas veces nubes, mucha lluvia, calor por el día y viento por la noche. Hasta que por fin, desde hace tres días, llegó.

Y el verano, para alguien como yo que lo disfruta tanto, siempre trae cosas buenas. Ha empezado justo ahora, cuando faltan exactamente dos meses para que me despida de Barcelona. Ha venido para decirme, aquí estoy, disfruta, disfruta y no pares de disfrutar. Así es que eso empezaré a hacer, porque cada día que pasa no se repite y porque esta ciudad me está mostrando lo maravillosa que es, aunque falten dos meses para que le diga adiós.

miércoles, 18 de junio de 2008

¿Por qué no me gusta el fútbol?

Pues no lo sé. Simplemente en algún momento dejó de gustarme. Alguna vez (sí, de adolescente) me hice hincha de la U, tenía posters en mi cuarto, veía los partidos por la tele, me empecé a interesar por otros equipos de fútbol (sí, el Argentino) y empecé a entrar en la fiebre futbolera. No sé cómo ni en qué momento la fiebre pasó y sobrevino en mí una especie de actitud "antifutbolera" que se mantiene firme hasta la actualidad.

Y como la vida es caprichosa, decidió que mi barrio en Barcelona sería el del Nou Camp, que los bares del alrededor de mi casa se repletaran de hinchas cada cierto tiempo y que todos los turistas y locos por el fútbol invadieran mi calle casi a diario. Sé que los entrenamientos del Barça son todos los días a las 11am (o bueno, eso me han dicho) y que a menos de 10 minutos caminando podría estar ahí y ver a los jugadores por unos pequeños huequitos que hay. Por supuesto, no lo he hecho. Es más, hace algunos días pensaba que podría encontrarme tranquilamente con algún futbolista conocido en algún restaurante, un bar o caminando por la calle y yo, ni me enteraría. Con las justas reconozco dos rostros, Ronaldinho y Messi. Me preocupé, pero de ahí se me pasó.

En estos días está la fiebre de la Eurocopa, no me importa, pero es inevitable no enterarse. Vivo con un italiano que sigue el torneo con devoción. Ayer, ganó Italia y me imagino que debe haberse puesto super contento. Me dijo que se juntarían en la casa, él y otros italianos a ver el partido. Yo no estuve, fui a la casa de un amigo peruano, a quien también le gusta el fútbol y en contra de mi voluntad terminamos viendo el Italia - Francia. Cuando acabó el partido, me dijo, quédate a ver el Perú - Uruguay. Yo por supuesto no tenía idea de lo que me hablaba, me dijo que vendría otro amigo peruano para verlo. Como ya era tarde y estaba un poco lejos de casa, decidí quedarme.

Con mucha suerte cogimos la transmisión por Internet y vimos el partido entre ATV, América y CMD. Lo que más me emocionó al inicio, fue ver algunos comerciales y escuchar la narración "en peruano". Empezó el partido y no le prestaba mucha atención, hasta que empezó:

- Gol de Uruguay!
- Maldición!!!
- Penal!!!
- ¿Queeee????? Oe, eso no es penal!!!!
- Gol de Uruguay!
- Maldita sea!!!!

En ese momento llegó Adrián (el otro peruano que había salido cogiendo el último metro para ver a su selección). Habían pasado menos de 15 minutos y ya íbamos 2 a 0. Pucha Adrián espero que traigas la suerte, comentó Luciano. Yo preferí estar muda. Pasaron los 90 minutos y nadie lo podía creer, 6 - 0. Se acabó el partido.

- Maldita sea Chemo!
- Todo es culpa de Chemo!!
- Qué vergüenza!!!
- Pucha madre, siempre es lo mismo.

Cada vez que pasan estas cosas, más que vergüenza, siento pena. Sobre todo, por quienes por alguna razón tienen esperanzas en el equipo, por los que están super pendientes de cada partido, sacando cálculos, yendo al estadio. Yo no sé nada de fútbol y por lo tanto, no puedo opinar. Sin embargo, al final de la noche, me quedé con una sensación desagradable, pensé que hubiera sido mejor no ver el partido y me reafirmé en que definitivamente, no me gusta el fútbol.

Hoy por la mañana cuando Adrián y yo nos íbamos a nuestras casas, me dijo, "no quiero ir a la universidad, en mi clase hay un uruguayo".

sábado, 14 de junio de 2008

Ella y yo

Hemos estado juntas casi un mes, luego de nueve meses de haber estado separadas. Los primeros nueve meses sin vernos fue cuando estuve en su vientre, yo no sabía dónde estaba ni quién me alimentaba, pero estoy segura que ella sin saber como sería, ya me quería. Estos han sido los segundos nueves meses que hemos estado separadas. Suena poco, pero vaya si nos hemos extrañado.

Mi madre y yo tenemos una relación casi perfecta, todavía no sé como lo hemos logrado y la verdad es que todo el mérito lo tiene ella. Creo que tiene mucho que ver con que ahora las dos seamos adultas y que llegó un momento en el cual empezamos a hablar de igual a igual, sin distancias ni jerarquías, solo dos mujeres mirándose a los ojos, contándose sus alegrías, sus penas, sus preocupaciones, sus vidas.

Pero no crean que siempre fue así, yo como toda adolescente rebelde (que me esforzaba por ser), traté de romper toda relación con ella, de separarme lo más que pudiera, de enojarla, de hacer todo lo contrario a lo que ella esperaba y muchas veces creí que había llegado el momento de alejarme de ella para siempre. Pasaron los años y empecé a quererla de otra manera, ya no como alguien a quien tenía que obedecer a ciegas, cosa que nunca pude hacer, porque desde que tengo recuerdo, siempre ando cuestionando todo; empecé a quererla como alguien que siempre ha estado conmigo, cuidando cada detalle, preocupándose cada día, sin resentimientos, sin preguntas, sin reclamos, solo a mi lado. Esperando que la rebeldía se me pasara, olvidando alguna palabra hiriente, algún berrinche o alguna mentira. Solo pacientemente, sin dejar de quererme ni por un instante.

Pasé muchos años de mi vida cuestionándola, criticándola, pidiéndole que cambiara, que sea diferente, que se pusiera en mi lugar, que comprendiera por qué hacía tal o cual cosa, que me dejara tomar mis propias decisiones, que dejara que me equivocara. Por supuesto que no lo he logrado, ella sigue pacientemente detrás de mí, detrás de cada detalle, de cada decisión, de cada día, vigilante, por si acaso la necesite en algún momento, ella pueda aparecer, ayudarme a vivir y salir adelante. Ahora se lo agradezco, pese a mi “independencia”, solo a su lado me siento segura, protegida, cuidada y querida. Solo a su lado, me siento totalmente yo, no tengo que demostrar nada, no tengo que caerle bien, no tengo que ganarme su cariño, ella ya me lo dio hace 28 años, gratuitamente. A pesar de que quizás no soy como ella espera, igual me quiere, sin reproches, sin reclamos. Sé que ya hubiera querido verme vestida de blanco, que se muere por ser abuela, que daría lo que fuera porque tenga un trabajo que me obligue a vestirme de sastre y tacones, que quisiera que me maquille y que deje de usar zapatillas. Según ella, que sea un poco más “de acuerdo a mi edad”. Y yo me siento totalmente de acuerdo a mi edad, es solo que nuestra manera de ver los 28 años es completamente diferente. Sé que se asusta cuando me escucha hablar del futuro y que en el corto plazo no mencione el matrimonio, la maternidad o seguir viviendo en su casa. No dice nada, me escucha en silencio, me acompaña, me apoya, me quiere, de una forma que a veces no logro entender, porque es mucho más de lo que mi mente y mi corazón alcanzan a sentir.

Ahora, la veo y me veo, confirmando que queramos o no, somos fieles reflejos de nuestros padres, que repetimos conductas, gestos, formas de pensar. Que al verla, sé como voy a ser cuando sea madre y cómo me miraran mis hijos, sé que repetiré frases, manías, malas costumbres y también que todo lo bueno que hay dentro de mí, se lo debo a ella.

Hace un par de días se fue, dejando la casa en orden, la refri llena, mil instrucciones y una cartita escondida. Tanto cariño solo se puede recibir de alguien como ella. Ella y yo somos amigas, compañeras, cómplices, somos dos mujeres que se miran a los ojos y se reconocen una en los ojos de la otra. Nos queremos, nos contamos secretos, nos burlamos de todo, nos matamos de risa, de vez en cuando rajamos, vamos de compras, hablamos de chicos, nos damos consejos, nos buscamos, nos extrañamos, nos llamamos y otra vez, nos queremos. Ella es todo en mi vida.

domingo, 8 de junio de 2008

Y sin embargo...

La semana pasada un amigo me contó que le había sacado la vuelta a su chica y pese a que estaba arrepentido, se encontraba tranquilo. Me dijo que lo que había pasado, no le había hecho dudar ni por un momento lo que sentía por su novia. Me acordé en ese instante de otro amigo, que tiene una relación muy abierta con su pareja. Ambos consideran que la infidelidad no es mala, siempre y cuando se tenga claro por qué se hace y a quién se quiere realmente. Cada vez que me cuenta las cosas que hacen y como les va, me sorprendo y me alegro, porque son felices sin reprimirse y sin engañarse.

Venía yo pensando en "ese caso de la vida real", sin saber muy bien qué decir o sentir... solo entonando a Sabina, que tiene una canción que retrata un amor libre pero sincero, no sé si será el verdadero, (o si es que exista algo que deba llamarse así) pero por lo menos, creo que se le asemeja.

Este es de los párrafos que más me gustan:

Ni tan arrepentido, ni encantado
de haberme conocido, lo confieso.
Tú que tanto has besado,
tú que me has ense
ñado,
sabes mejor que yo, que hasta los huesos,
solo calan los besos que no has dado,
los labios del pecado.

Canción para hablar del amor: Y sin embargo - Joaquín Sabina.