sábado, 13 de agosto de 2016

Hasta siempre Renato


Conocí a Renato en 1996, en el programa de confirmación del Belén. Él se estaba preparando para confirmarse y yo era parte del equipo de catequistas. Era la edad de conocer chicos y chicas de otros colegios, así es que rápidamente nos conocimos y nos hicimos amigos. Eran las épocas de las fiestas de pre, de prom y de las kermeses. Ese mismo año, Renato fue con su grupo de la Recoleta a tocar en la kermesse de mi colegio, yo me tuve que ir antes y no lo pude ver. Eso fue algo que veinte años después, me seguía reprochando.

Los de mi generación recordarán, que cuando empezamos a tener edad para salir con amigos, no existían los celulares, por lo que encontrarse con alguien en la calle, era una tarea compleja, pero con Renato, era asunto serio. Generalmente quedábamos en encontrarnos en Javier Prado con la Arequipa, desde ese cruce, podíamos ir fácilmente a cualquier lado. El problema era que los dos éramos sumamente impuntuales (digo éramos, porque yo he mejorado ligeramente). Si quedábamos a las 4, muy probablemente a las 4.30 ninguno de los dos había llegado. Cinco o diez minutos después, llegaría alguno de los dos, pero no sabíamos si la otra persona ya habría llegado, se habría movido, todavía no llegaba o se había ido. Renato diría que él siempre llegó antes que yo, yo creo que nos turnamos, pero seguramente él me esperó más veces.

Recuerdo con mucho cariño su breve paso por la PUC, ¡cómo nos encantaba tontear en el tontódromo! o en cualquier lugar de la universidad en realidad. Siempre buscaba algún pretexto para que le presente a mis amigas de psicología, aunque en realidad no lo necesitaba, llegó a conocer a todas mis amigas de la universidad y a las del colegio también. Tenía una gran facilidad para hacer amigos, pero sobre todo amigas, recordaba perfectamente los rostros y los nombres y paraba al tanto de lo que ocurría en nuestro mundo social. Si quería saber algo de alguien, era él a quien le debía preguntar.

Le encantaba el Barza, uno de sus sueños era conocer el Camp Nou. Mientras estuve en Barcelona, vivía muy cerquita del estadio y cada vez que hablábamos me decía “que chévere” y que de todas maneras vaya a visitar el campo del Barza y por supuesto, que le compre algo. Cada vez que he vuelto a Barcelona, sentía que era casi una obligación ir al Camp Nou y comprarle algún souvenir, porque sino, me mataba. Felizmente lo pude hacer, una vez hasta la grabé una barra super emotiva de los hinchas, en el estadio. ¡Le encantó!. Se contentaba fácilmente y apreciaba bastante las muestras de cariño, creo que en parte, por eso, era tan sencillo quererlo.

Veinte años de amistad, han sido suficientes para tener innumerables recuerdos, todos gratos, alegres, divertidos. Paseos, viajes, fines de semana en la playa, diversas actividades en nuestra querida comunidad, retiros, jornadas, cantos, charlas, ¡tantísimos cumpleaños juntos! celebraciones de año nuevo, conciertos, salidas sin motivo. Hemos crecido juntos, nos hemos acompañado en los momentos felices y nos hemos consolado en los tristes. Hemos metido la pata y nos hemos llamado la atención el uno al otro. Aunque haciendo honor a la verdad, Renato siempre fue especialista en meter la pata, pero como hermanos de la vida que éramos, hemos estado juntos y juntos fuimos aprendiendo a hacernos adultos.

El mismo día que partió, pensamos en hacer algo especial para despedirlo y se nos ocurrió, entre sus amigos más cercanos, llevar fotos que tuviéramos con él. La búsqueda de las fotos, ha sido una tarea hermosa, cada recuerdo era más bonito y divertido que el otro. Todos estábamos conectados, enviándonos las fotos, juntos, riéndonos, acompañándonos, sabiendo que la vida ha sido generosa con nosotros, porque amigos así, son definitivamente un regalo maravilloso.

Renato, mi amigo del alma, mi pata, mi hermano de la vida, se ha ido. No voy a negar que su partida me produce una profunda tristeza, pero sé que él ahora está en un mejor lugar. Sé que todo lo bueno que hemos vivido juntos, se queda en mi, sé que seguirá presente en nuestras reuniones, en nuestras conversaciones, en nuestros recuerdos. Gracias Renato por tu presencia, por todo lo bueno que has dejado en mi vida, gracias por tu cariño y tu preocupación constante. Gracias por ser mi amigo del alma, te llevo desde ahora y para siempre, en mi corazón.

¡Hasta siempre Renato!

viernes, 13 de mayo de 2016

Tu brevete por 150 soles

Tenía solo 3 días por delante para sacar mi brevete, porque al tercer día se cumplirían 6 meses desde que hice mi examen médico. Si en esos 6 meses no se tramita el brevete, se vuelve a cero y hay que volver a empezar todo de nuevo. Eso no me podía pasar. Esta vez tenía que sacarlo sí o sí.

Día 2:
Empezó accidentado porque no encontraba la cartilla del examen. Como no estaba en mi casa, pensé que estaría en mi carro. Me despido, bajo y empiezo a buscar dentro del carro. Tampoco estaba. Regreso a la casa, sigo buscando. Nada. Entonces pienso, cuando algo no está ni en mi casa ni en mi carro, pues claro, ¡está en la oficina! Llego a la oficina antes de las 8 de la mañana, no había nadie, solo algunas personas entrando para un focus. Subo al piso 7 y busco en mi sitio. Nada. Entonces, me empiezo a preocupar. ¿Dónde pude haber dejado la cartilla? Regreso al carro. Llamo a Alejandro y le pido que busque dentro de un cuaderno. Ya eran manotazos de ahogado. Hasta que de pronto, abro un compartimento del carro y ahí estaba. “Ya no busques nada, me voy a Conchán”.

Esta vez no me podían jalar, así es que iría a lo seguro. Practicaría en los circuitos bamba que están antes de llegar a Conchán, ahí me darían los tips y con eso no habría pierde. Llego fácilmente y dos o tres personas se acercan a preguntarme qué buscaba. “Quiero practicar el circuito”. 20 soles la instrucción, 20 el carro y 10 el circuito. “Yo voy a practicar en mi carro, solo quiero ir al circuito”. Le abrí la puerta al “instructor” y me empieza a llevar hacia el mundo de las pistas bamba. Estaba casi a orillas del mar, en lo que debía haber arena, habían puesto mucho desmonte, habían intentado asfaltar el circuito y remedar (aunque de manera muy burda) la ruta de Conchán.

El instructor me empieza a hacer preguntas, “yo te vi el lunes en Conchán, ¿qué pasó por qué no aprobaste?”, “¿pero ya tienes todo?”. “Yo te puedo ayudar, con 250 nomás aseguras tu brevete, para que no corras el riesgo”. Le digo que no, que yo manejo hace años, solo quiero practicar y volver a dar el examen. Así pasó una hora. En todo ese lapso íbamos conversando sobre la invasión que habían hecho los vecinos de la zona. Hay mucho dinero aquí, le comento. ¿Cómo se puede traer toda esa cantidad de desmonte y asfaltar? Hay que traer camiones para eso, le señalo. Sí claro, son varios grupos de personas que se han organizado. De vez en cuando viene La Marina y nos quiere sacar, pero se le da su propina y nos dejan trabajar tranquilos. Ahora el negocio ha crecido, me seguía contando. Todo el mundo tiene carro, así es todos los días. Eso sí, los sábados ni se aparezca, está full. Yo debo haber llegado casi a las 9 al circuito bamba y ya habían varios carros. La primera ruta estaba repleta, así es que seguimos avanzando más al fondo y entramos al segundo o tercer circuito. Luego me enteré que hay entre siete u ocho rutas de ensayo.

Antes de terminar, el instructor insiste “señorita le aconsejo que asegure su brevete, la veo patalear en estacionamiento y son bravos en Conchán, por cualquier cosa te jalan”. “Eso sí, lo único que no puede hacer es pasarse la luz roja, ¿pero eso no va a hacer, no?”. Me llamó la atención porque podían “asegurar” mi brevete pero el respeto por el semáforo era innegociable. Y me responde con total seguridad “es que hay cámaras, pasarse la luz ya es mucho roche, pero todo lo demás normal”. Le vuelvo a decir que no y antes de despedirme le pregunto por quién va a votar “todavía no sé, en la primera vuelta voté por PPK, pero esta vez creo que la china se la lleva”.

Seguí mi camino hacia Conchán, volví a saludar al vigilante de la puerta, al que le había hecho millones de preguntas el día anterior. Me reconoce con una sonrisa “¿qué pasó?, ¿otra vez por aquí?”. Sí, me encanta venir a Conchán, le contesté.

Vuelvo a inscribirme, el pata de la recepción también me reconoce (si, a él también le hice miles de preguntas el día anterior) y me dice “mañana se vence su cartilla”. Si, ya sé, por eso vine hoy, le contesté.

Lo que sigue es bien aburrido, así es que mejor saltamos hacia el día tres. Sí, me fui a la trica.

Día 3:
Estaba totalmente desanimada, deprimida y preocupada. Pero tenía que hacerlo, por lo menos intentarlo. Repetimos el plato, Alejandro dejaba a los niños donde mi mamá y yo me iba por tercera vez en una sola semana, a Conchán. Encima, les cambié la rutina a todos (de corazón, gracias).

Volví a parar en los circuitos bamba. Ahora sí había decidido probar con un carro pequeño. El orgullo del día anterior, que me impidió alquilar un carro chico, porque ¿cómo podía ser posible que no pueda aprobar el examen con mi propio carro?, había quedado por los suelos. Ya no tenía orgullo, dignidad, autoestima, nada de nada. Otra vez me enfrenté a un “instructor” que luego de hacerme varias preguntas, me llevaría a las rutas bamba y me alquilaría un carro para practicar. “Yo solo quiero practicar estacionamiento y alquilar un carro”, le insistí.

Y otra vez estaba en la zona de invasión, que ya conocía bien. “Entre por aquí” me dijo, señalando la entrada a la pista de ensayo. No quiero el circuito, solo quiero practicar estacionamiento. “Ya está bien señora, no se moleste, los estacionamientos están al frente”. Y entonces empezamos, ¿pero por qué la jalaron?, ¿usted vino ayer, no?, ¿y qué pasó?. Mire señora, yo le aconsejo que asegure su brevete, si ya la jalaron, no se puede arriesgar otra vez. Son solo 150 soles (esta vez me estaban rebajando 100 soles!!!), entre el alquiler del carro allá en Conchán y la práctica acá, va a terminar gastando más. “No es un asunto de dinero, no lo voy a hacer porque no es correcto”, le contesté. “Sí es correcto, ¿por qué no va a ser correcto?. Es solo una ayudadita, nada más”. Suficiente, nada bueno iba a salir de esta conversación y era inútil prolongarla.

Al final este pata resultó ser más mafioso que el del día anterior y me quiso subir la tarifa que habíamos pactado al inicio. Le dije que ya no quería nada y me regresé a mi carro. Estaba por irme, cuando una viejita me tocó la venta. “Yo le puedo alquilar mi carro y también le puedo enseñar”. La quede mirando y pensé, ¿qué podía perder?. “Ellos son jaladores y quieren ganar, en cambio yo soy propietaria, le alquilo mi carro y le cobro 35 soles”. Está bien señora, le dije.

Di vueltas con la señora Juanita por una hora, me explicó a su manera, pero me sentía mucho más cómoda con ella. Me contó que era viuda y que se dedicaba a alquilar carros, aquí en la pista bamba y también en Conchán. “Cuando vaya a alquilar, le dice a la señorita, que es alumna de Juanita y que le alquile mi carro. Ella ya sabe”. “Yo vengo desde Jesús María todos los días, tengo este carro y otro. Vamos a entrar al circuito, no va a pagar nada, yo voy a avisar. Ellos ya me conocen”. Me volvió a contar lo de La Marina, “ellos son los más fregados, la Municipalidad no, porque a ellos sí les pagamos impuestos”. No entendí muy bien cómo se podía pagar impuestos por una actividad que no está registrada y que además no entrega ni medio comprobante. Pero de que hay plata como chancha, la hay.

Me despedí de Juanita, “esta vez sí vas a aprobar, vas a ver”. Le agradecí y seguí mi camino a Conchán por tercera vez. Nuevamente el vigilante de la puerta “¿y ahora qué pasó?". A la tercera va la vencida le contesté. “Cuando apruebe viene por acá para felicitarla”, me dijo.

Y bueno, después de todo ¿qué creen qué pasó?. ¡Lo logré! Gasté mucho más que 150 soles, entre peajes, simulacros, ensayos bamba y alquiler de auto; pero ahora puedo continuar manejando con total desparpajo por las calles limeñas. Créanme que he pagado con creces el terrible descuido que he cometido.

Haber manejado hasta Conchán tres veces en una semana, que hayan intentado sobornarme dos días seguidos, haber pasado a la trica (cosa que nunca me había pasado antes) un examen que además según yo pasaría a la primera (ya se imaginarán, mi autoestima recontra pisoteada) y no haber podido planear ningún paseo con mis hijos, en la semana de vacaciones de Ramiro, por tener que ir a Conchán, ha sido un precio bastante alto. Sin duda, me lo merezco. Lección aprendida. 

Querido Conchán


Esta es la historia de una mujer distraída, olvidadiza, irresponsable y rebelde. Sí, adivinaron. La que viene a continuación es mi propia historia.

Iba yo manejando con total desparpajo por las calles limeñas, con mi brevete vencido. Recontra vencido. Tan vencido, que un buen día cuando por esas casualidades de la vida, aparecí en el Touring averiguando lo que tenía que hacer, me dijeron “todo el trámite de nuevo, como si sacara licencia por primera vez”. Esa noticia fue tan deprimente, que me di media vuelta y me fui. Sí, a seguir manejando con total desparpajo.

Pasaron los meses y el bendito brevete vencido me martillaba el cerebro “lo tengo que hacer, lo tengo que hacer” decía. Había empezado con el examen médico y con el pago al Banco de la Nación y con eso intentaba consolarme, diciéndome a mí misma, que ya había arrancado el trámite y que iba por buen camino.

Hasta que, llegó el día en que me paró la policía, con mis dos hijos en el auto. Como iba yo, repito, manejando con total desparpajo, en serio no era conciente de la gravedad de la falta que estaba cometiendo. Y así fue como ruegos de por medio, logré librarme de una multa de 1,900 soles y de que se llevaran mi carro al depósito. En ese momento recién me di cuenta, que manejar con el brevete vencido, es como no tenerlo, la falta de tránsito más grave de todas.

Ustedes que dijeron, ¿que al día siguiente me fui al Touring a dar mi examen teórico? Pues no. Y lo digo con mucha vergüenza. La falta de tiempo siempre es la excusa perfecta para postergar lo urgente, para dejar pasar, para aplazar los malos momentos. Lo que sí cambió en mí, es que ya no manejaba con total desparpajo, sino con cautela y huyendo de las batidas. Batidas que no sé por qué, de pronto aparecieron casi interdiario, en la avenida Reducto (avenida por la que paso entre 4 y 6 veces al día).

Hasta que, nuevamente llegó el día en el que saliendo de mi oficina, un viernes por la tarde (sí, en la avenida Reducto) con mis dos hijos además, zás! la policía haciendo batida en la puerta y en el otro sentido también. Estaba frita, porque además para ir a mi casa, tengo que dar la vuelta en U en Reducto. Osea, si no me paraban de un lado, me podían parar del otro. “No me puedo volver a exponer y menos con mis hijos otra vez”, pensé. Así es que, dejé mi carro estacionado y nos fuimos caminando a la casa. Lo que más me costó, fue tener que explicarle a Ramiro por qué había dejado el auto y había decidido que era mejor regresar caminando. Esta creo que fue, la gota que derramó el vaso.

Para ese momento, ya había dado mi examen teórico y lo único que me faltaba era ir a Conchán. Estaba en la recta final, tenía que sacar mi brevete sí o sí. Aquí recién empieza la verdadera historia.

Día 1:
Salí muy temprano de casa, con destino a Conchán. Llegué antes de las 8 y ya había una larga cola por la entrada de autos. Ni que decir, de la entrada peatonal. Esperé, entré y me sentí completamente perdida, ¿a dónde voy?, ¿cuál de todas las enormes colas hago?, ¿dónde explican la ruta?, ¿y si quiero practicar?, ¿alquilo un carro o doy con el mío?. Empiezo a averiguar y me doy cuenta que no había llevado suficiente dinero y que no se podía pagar con tarjeta y tampoco había un cajero cerca. Así es que caballero, tenía que dar el examen en mi carro. Pero yo, muy segura de mi misma, solo necesitaba que me explicaran la ruta, manejo hace más de 10 años, ¿cómo no iba a pasar un examen práctico en un circuito enano de Conchán? 

Pagué para dar un simulacro, entro y muy canchera me alineo para estacionar en paralelo (estacionamiento además que hago con frecuencia y que la mayor parte de las veces me sale a la primera) y empiezo, retrocedo, entro, me acomodo, avanzo, retrocedo. Hasta que se acerca un veedor y me dice “señorita no puede acomodarse, tiene que entrar en solo dos movimientos, salga del paralelo”. Demonios, quería refutar y decirle “señor, así se estaciona en la vida real, acaso no sabe?” Pero me callé. Salí, seguí, me equivoqué de ruta y salí del circuito sin haberlo terminado. Pésima señalización, no queda claro si debes doblar a la derecha o la izquierda, o qué camino seguir. Pero bueno, este era un simulacro, para eso había pagado un ensayo, nada estaba perdido.

Segundo intento, luego de haber revisado mejor las rutas para tratar de no volver a equivocarme, estaba nuevamente en la cola para entrar al circuito. El chico del carro del costado me pregunta “¿por qué vas a dar en un carro tan grande?”, exactamente lo mismo me preguntaba yo. “Porque no traje plata para alquilar”, empezamos a conversar y me dijo que en youtube había visto tutoriales de los circuitos y que ya lo tenía más claro. Este era su segundo intento y esta vez iba seguro. Que buena idea pensé! Y me puse a ver videos en youtube mientras esperaba que avanzara la cola para entrar al circuito nuevamente.

Esta vez me estacioné en paralelo en los dos movimientos que me pedían y no me equivoqué en la ruta. Por lo menos nadie se me acercó a decirme que había hecho algo mal. Salí y esperé los resultados. Había pasado un poco más de media hora, mi mente estaba muy concentrada en que tenía que estar de regreso en la oficina antes de la 1pm y pensando con quién se quedarían los niños por la tarde, ya que ni Alejandro ni yo habíamos ido a trabajar por la mañana (yo por estar en Conchán y él por quedarse con los niños). Hasta que de pronto, escucho Miranda Tovar.

Esta historia continuará…

martes, 19 de abril de 2016

432 meses

Eso cumplo hoy!

Y la vida me ha regalado (entre muchas cosas) un par de horas de tranquilidad, así es que decidí sentarme a escribir. Es algo que extraño muchísimo. La maternidad tiene mucho de bueno, pero de tiempo libre, nada!!!

Desde hace 3 años, mis cumpleaños son muy diferentes. Totalmente familiares, diurnos, tranquilos (bueno, salvo honrosa excepción) pero digamos que, mis ganas de celebrar ahora, tienen mucho que ver con actividades en las que puedan participar mis hijos. Eso, para quienes me conocen y han celebrado conmigo en el pasado, es un cambio grande.

Este es solo un ejemplo de todo lo que ha variado mi vida en estos 3 últimos años, aunque en realidad, podría ir un poco más atrás. Creo que desde que encontré a mi compañero, he ido soltando mis temores y sanando mis heridas, para dar paso a un nuevo momento y (espero) a una mejor persona. 

Hace 7 años, escribí esto. Es lo más "reciente" que he encontrado en este hueco. De esa Karina, queda poco, hoy me encuentro en otro momento de mi propia historia. Una etapa mucho más armoniosa, disfrutando este viaje infinito que se llama maternidad, construyendo junto a mi compañero un camino juntos, con altibajos como no puede ser de otra manera, pero con la profunda convicción que queremos construirlo juntos. 

Hoy celebro mi vida y agradezco profundamente por todo lo bueno que hay en ella, por todos los abrazos, las risas, las largas conversaciones, por mis amigas entrañables, por mi familia querida, por la buena música, por el pisco y el vino, por las madres de mi tribu, por mis hijos, que cada día me enseñan que el amor es una fuente inagotable de energía. Hoy brindo por la alegría, por la esperanza, por la fuerza, por la valentía, por el cambio y por el futuro. Por 432 meses más y porque al final de este viaje, solo tenga la satisfacción de que todo ha valido la pena.

Los dejo con una foto de nosotros, en uno de mis lugares preferidos, la PUCP.